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En una mano una botella de whisky. En la otra una foto antigua. Recuerdos, recuerdos, recuerdos... No me vienen más que recuerdos. Miro por la ventana y no veo más que gente aburrida, que se encierra en su puta rutina. Gente áspera, sin vida. Monigotes con piernas que no hacen más que lo que habían hecho el día anterior. Tampoco me diferencio mucho de ellos. Yo todos los días aquí sentada, con una botella de whisky en la mano y un cigarro en la otra, haciendo mi vida un desperdicio trago a trago, calada a calada. Para qué preocuparme, soy una bestia más de la sociedad que no hace nada por la humanidad. Así somos todos. Egoístas, vividores, que con una botella de whisky en la mano tenemos montada la mejor fiesta. Bebemos, alucinamos, creemos que estamos en un mundo perfecto. Y...ZAS! Despiertas y sigues en la misma mísera vida de siempre, en la que te tienes que levantar temprano, vestirte, salir a la calle, hacer tus obligaciones... ¿y una vez que vuelves, qué haces? Yo coger la botella de todas las noches y terminar el día como todos los anteriores. Vaya mierda de vida que llevo, vaya asco. Bebámonos una copa y subámonos a una nube. ¿Qué vemos? Un mundo asqueroso, contagiado de rutina. Ya no tenemos aspiraciones, nos limitamos a nacer y esperar a el día que tengamos que morir. No me gusta una vida así. Pero en fin, yo sola no voy a cambiar la humanidad. Si es la vida que me ha tocado vivir, pues que así sea. Si hay que morir... Lo haré con un whisky en la mano y un cigarro en la otra.